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lunes, 1 de agosto de 2011

Tarascadas (II)

Leo en la prensa que en todo el mundo 1.000.000 de personas al año se suicidan, es una cifra demoledora pensar que 6.853.196.000 de personas prefieren seguir viviendo. 
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Nunca he sido habilidoso con las manos, siquiera aprendí bien a escribir, aunque bueno eso ya lo habréis notado
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Durante una cena, un amigo sacerdote sentenció que el drama de la iglesia era ser una institución tremendamente conservadora sustentada por un mensaje tremendamente progresista; pensé que semejante ironía solo podía ser obra de Dios
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¡El amor no existe, pero como duele!
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Si seguimos sufriendo por el amor, por el destino, por la soledad, por Dios, por la vida y la muerte, en definitiva, por existir, igual como hacían nuestros antepasados hace 10.000 años, ¿por qué nos creemos mejores?
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¿Quién es yo? Se cuestionaba Jakobson en su genial artículo “Los conmutadores, las categorías verbales y el verbo ruso”; sin lugar a dudas, si me hubiese correspondido a mi reflexionar sobre dicha pregunta, nada trascendental se hubiera escrito. Me sabía la respuesta: un idiota
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Hace 33 años, mi padre tenía 33 años, como yo ahora. Él con esa edad tenía 4 hijos, su esposa, su casa, su trabajo, su proyecto de vida. Yo con 33 años, tengo un blog (que nadie lee)
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Cuando tu ausencia invade mi soledad, descubro la nada
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Me preparo para un nuevo viaje: compruebo el pasaporte y los billetes de avión, reviso el equipaje, releo las recomendaciones; ¿todo en orden?, ¡sí!, bueno, reflexiono, casi todo: ¡tan solo me faltas tú! 
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Quienes consideren que la libertad no existe, que abran una ventana y salten al vacío, descubrirán la libertad absoluta
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Nunca me diste nada; eso es todo lo que conservo de ti
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Para escribir solo se necesita, lápiz, papel y vida, mucha vida
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Cinco continentes para tan poco contenido; normal que Dios nos ignore 

Jose Manuel Lucas

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