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miércoles, 4 de agosto de 2010

El salto

Sus manos se deslizaron por mi espalda hasta encontrarse con las bragas, antes de darme siquiera cuenta me las había quitado. Nuestras miradas se encontraron deseosas en la cercanía de los cuerpos. Emilio me besó con profusión, noté sus dedos abriéndose paso entre mis piernas en dirección al centro de mis deseos. Estaba húmeda a más no poder. Meses atrás, jamás hubiera imaginado que terminaríamos enrollándonos. Acababa de cumplir los dieciséis, él tenía casi el doble de años que yo.
Ese día en clase, la profesora de latín dio los resultados del último examen que  hicimos con ella, ¡un cuatro!, no me lo podía creer. Nunca antes obtuve semejante calificación, mis puntuaciones siempre superaban el ocho. Me acerqué a hablar con la profesora para que me explicará por qué me puntuó tan bajo y donde estaban los errores. No solo no me indicó en que preguntas fallé sino que me espetó delante de mis compañeros que mi trabajo en su asignatura dejaba mucho que desear. Estaba claro, la muy zorra me tenía manía y para colmo explicaba como el culo. Me sentí frustrada, peor que frustrada, me encontraba fatal. No veía manera de remontar con semejante individua. Pasé el resto de la mañana con una sensación de angustia que me obligo a ir a los aseos y vomitar.
Una vez en casa, no conseguí encontrarme mejor. Apenas probé bocado durante la comida y me retiré a mi habitación en cuanto pude zafarme del interrogatorio de mi madre. Me tumbé en la cama contemplando los vinilos de flores con los que había adornado mi cuarto. Hace dos años, cuando mis padres decidieron reformar la casa, le pedí a mi madre que me permitiera encargarme de la decoración de mi dormitorio y también le rogué que me aconsejará y ayudará con la tarea, a ella le entusiasmo tanto la idea de llevarme de compras y así poder aleccionarme con su refinado gusto y sapiencia, que aceptó emocionada. Lo que la pobre no sabía es que mi elección estaba tomada de antemano y era inamovible. Que fácil puede llegar a ser manipular a las personas que te rodean, solo basta con hacerles creer que ellos han sido los que han tomado la decisión que se pretende o en su defecto que te han instado a tomar la tuya propia en función de sus prebendas. Así lo hice en esta y en otras ocasiones y no es que este orgullosa de tales circunstancias pero eso me ha permitido adoptar la resolución de bastantes decisiones que nunca me hubieran correspondido a pesar de afectarme directamente. Por eso para mí, estar en mi cuarto es evadirme dentro de un rincón que me pertenece y en el que me siento libre. Esa tarde lo necesitaba más que nunca, me quede dormida. No conseguí prolongar el sueño más de diez minutos, no estaba acostumbrada a dormir la siesta, aunque por esa vez, me hubiera venido bien. 
Mi novio estaba de exámenes en la universidad, era su primer año y si por norma general no podía contar con él, cuando tenía que estudiar menos todavía. Decidí llamar a María, mi mejor amiga, entramos juntas a preescolar y desde entonces hemos coincido todos los años en la misma clase, salvo este curso y ya los que vienen, al seleccionar ella el bachiller de ciencias de la salud y yo el de ciencia sociales. ¡Vaya mierda!
— Hola tía, ¿qué haces?
— Hola Laura, me pillas estudiando química. Tu qué te cuentas.
— Química, ¡puag!, vaya rollazo, no sé cómo te pudiste apuntar al bachiller ese tan feo, con lo bien que estaríamos juntas como siempre.
— ¡Joder tía!, no seas así, sabes que quiero estudiar enfermería. A mí también me encantaría haber coincido contigo y lo sabes pero la vida funciona así. Nos toca ir pensando en nuestro futuro y tu siempre lo estas diciendo, alentándome a estudiar y a ser perseverante. Tía, ya me gustaría a mi ser tan buena estudiante como tú y sacar las notas que sacas.
— ¡Ay! lo siento, no me hagas caso. Hoy he tenido un día horrible, he sacado un cuatro en latín después de hincharme a estudiar y encima la cabrona de la profesora me ha dejado en ridículo delante de todos. Me encuentro fatal, tengo ganas de llorar.
— Venga tía, que no es para tanto, lo que pasa que no estás acostumbrada a suspender. Si hubieras cateado las mismas veces que yo, te lo tomarías de otra manera, además seguro que consigues remontar con nada que te esfuerces.
— Pues ahora mismo me parece imposible que apruebe con la zorra esa. Te aseguro que estudié de forma concienzuda, pero entre el libro que no está claro y la asquerosa esa que no hay quien la entienda explicando. Me temo que voy a necesitar clases particulares y mis padres no están para gastos, me sabría fatal tener que pedirles ese dinero. ¡Que asco! ¡Joder! Tía me siento súper mal, no sé que hacer.
— ¡Bah! Laura no te pongas así, andas jodida porque has suspendido, pero ya veras como no es para tanto. Tu tranquila, que es una tontería, y un cuatro tampoco es una nota para echarse a llorar, con la de unos, doses y treses que he sacado yo, mientras tú jodía, obtenías nueves y dieces, y como puedes ver sigo viva, nadie se muere por suspender. Bueno tía te voy a dejar, pasado mañana tengo el examen de química y tengo que seguir estudiando que quiero hacerlo bien, luego te doy un toque a ver si estas mejor, ¿vale?
— Vale, yo también tengo ejercicios por resolver, aunque cero ganas de sentarme y ponerme con ellos. En fin, gracias María, por escucharme, y perdona si parezco una niña tonta, tienes razón solo ha sido un mal día. Ya hablamos. Un beso.
— Animo y besos guapa. 
Poco consuelo fue el que obtuve. María aprovecha cualquier conversación referente a los estudios para recordarme lo empollona que soy. Intenté realizar unos ejercicios de lengua, no hubo manera, no conseguía concentrarme. Cogí el portátil y me tumbe en la cama. Conecté el Messenger pero no me apetecía hablar con ninguno de mis contactos, así que lo cerré y me decidí a escuchar música. Qué mejor que los Despistaos, mi grupo favorito. El estribillo “Medicina alternativa, tu saliva en mi saliva, es física o química...” resonando en mis oídos, hizo que me fuera animando. Entré al Terra, rara vez entraba a los chats, solo te encuentras con salidos o gente aburrida, no sé, me dio por ahí. Nada más iniciar sesión en la sala, sobrevino a mi nick una avalancha de privados, cinco por lo menos, respondí a todos, con suerte encontraría una conversación digna. Pasados diez minutos, comprobé que mis esperanzas se topaban con una realidad antes descrita: salidos, salidos y salidos. Decidí hablar con alguna chica, tampoco tuve suerte, una me preguntó si era lesbiana, le dije que sí, ¡estaba de broma!, para mi sorpresa, me confesó que una vez se lió con una compañera suya de la universidad y que la experiencia no la satisfizo en nada, según me relató la chica se comporto como una guarra. Yo leía con la boca abierta todos los detalles que iba desgranando minuciosamente, a veces me quedaba sin saber que responder, no se me ocurrió otra cosa que alentarla a probar una nueva experiencia con otra chica. Al final la conversación terminó con ella insinuando que no le importaría intentarlo conmigo, ¡puag!, qué asco. Estaba a punto de abandonar el chat cuando me entro otra conversación. Mi nick era “Supernova”, y la frase que me escribió “Keron” despertó mi curiosidad:
  ¡Ey! El eco de la supernova... me ha llegado hasta aquí el rumor de la explosión, se me han puesto los pelos de punta, anda que no eres bestia explotando...
¡Xd! Has visto, yo es que cuando me pongo a explotar soy única.
Si, sí, con lo tranquilo que estaba yo en mi dimensión, y de repente “Booommmm”, vaya susto me he llevado. Muy mal, ¡eh!, eres de lo que no hay...
¡Ja, ja ja! en su dimensión, dice... Y, ¡jo!, no me eches broncas, que yo no quería explotar pero me han obligado a ello.
Vaya, y eso que te han obligado a explotar, no me digas, ya lo sé, algún cinturón de asteroides demasiado opresivo.
¡Ja, ja, ja! justo, eso ha sido, una asteroide opresiva e hija de perra, que me ha dado la mañana y parte de la tarde.
Nada, mujer, tu piensa que el universo es lo suficientemente infinito para que una mierda de asteroide  venga a fastidiar tu órbita espacial, no merece la pena. Di que no, repite conmigo ¡A TOMAR POR CULO LOS ASTEROIDES!
¡A TOMAR POR CULO!, jajaja.
Toma ya, ¡así se hace!. Una vez más.
¡A TOMAR POR CULO!, jajaja.
¡Ole!
  Jajaja ¡qué loco estas! Mola.
Estuvimos cuatro horas hablando de todo y de nada al mismo tiempo, en ningún momento hablamos de temas que incumbiesen a nuestra vida personal, ni de donde éramos ni a que nos dedicábamos ni edad ni nada por el estilo, sólo conversación por el puro placer de hablar y reír, y vaya si me reí. Tuve la sensación que experimentamos todos alguna vez al conocer a alguien con quien se produce una conexión especial. Una mirada, una sonrisa, un gesto, pequeños detalles en definitiva que emiten un trasvase de energía entre dos cuerpos, entre dos almas que se deleitan en un torrente de inquietudes que nos transporta a descubrir un cúmulo de emociones oculto en nuestro interior que consiguen hacernos vibrar de los pies a la cabeza. Todo esto llegue a sentirlo tumbada en mi cama mirando a una pantalla de ordenador, ¡increíble! Estaba embriagada. Le pedí su messenger, quería volver a hablar con Emilio, así se llamaba en verdad Keron.
Había perdido toda una tarde de estudio, en cambio ya no me acordaba ni de la profesora de latín ni de lo mal que me encontraba. María no me llamó como dijo que haría, que la jodan. Bajé a cenar. Tenía un apetito atroz. Esa noche dormí en una nube de bienestar que me envolvió en la oscuridad.
Se quitó los slips y se tumbo encima mía, su cuerpo era el doble del mío, con mi uno sesenta de altura y cincuenta y poco kilos, me vi completamente cubierta por su alrededor de metro noventa y noventa kilos, experimenté una suerte de sumisión ante su cuerpo. Mis piernas se abrieron como una flor al amanecer, parecían tener vida propia y decidir por si mismas lo que debían hacer, como si lo tuvieran aprendido desde hace miles de años y supieran más que yo. Las dejé hacer a ellas y a Emilio, que con una de sus manos me levanto la pierna derecha, mientras con la otra colocaba su cosa para metérmela, mi corazón latía tan rápido como mi respiración se hacía cada vez más entrecortada, notaba la piel arder, mis mejillas debían estar enrojecidas por el fuego que sentía que desprendían, la boca se me abría como a un pez fuera del agua intentando capturar el aire que parecía faltarme por la excitación que recorría todo mi ser, a cada embestida suya, los gemidos se abrían paso desde mi estomago hasta alcanzar a romper suplicantes en los oídos de Emilio, — sigue, sigue —le decía entre jadeos, no quería que parará, me retorcía de gusto, quería más, mucho más. Era la segunda persona con la que lo hacía. Aparte de mi novio, no había tenido más experiencias sexuales. Ahora tenía claro que quería más, muchas más.    
A la mañana siguiente desperté con energías renovadas. Tuve claro que por muy estúpida que fuera la profesora de latín conmigo, aprobaría su asignatura y con nota, estaba segura de ello. Desayune en un tris y como me apetecía arreglarme, decidí estrenar la camisa nueva que me había comprado el sábado anterior con intención de reservarla para la fiesta de cumpleaños de un amigo de mi novio. Era monísima: los botones llegaban hasta una abertura en pico por encima del pecho desembocando en un cuello que se abría recto con un bordado fino que daba un toque superchic, las mangas eran anchas y rematadas con un leve vuelo, era blanca y primaveral como el tiempo, mi juventud y mi espíritu. La combine con unos pantalones azules que me hacían un tipo divino. Al llegar a clase noté que todos los chicos me miraban y mi compañera de pupitre me dijo que estaba resplandeciente. Así era y así me sentía. La mañana en el instituto transcurrió igual a todas pero yo estaba exultante. Regresé a casa y comí a toda velocidad. Mi madre, fiel a su costumbre, me sometió a su interrogatorio habitual. Menudo polígrafo tengo por madre, no se le escapa nada a la mujer. En el fondo es una santa y la quiero con locura pero yo estaba ansiosa por llegar a mi cuarto y encender el portátil. Eso hice, me senté en mi mesa de estudio y conecté el messenger, Emilio no estaba conectado, ¡mierda! Como el poema, me puse a mis obligaciones, que no eran pocas. Tenía que hacer varios trabajos de historia y estudiar filosofía, en breve tenía un examen. Dejé el programa encendido pero con mi sesión en modo invisible para que mis contactos no vieran que estaba conectada y poder controlar si entraba quien esperaba. No hubo suerte en toda la tarde, ¡mierda! Bajé a ayudar a mi madre a preparar la cena y antes de que empezáramos a dar buena cuenta de la misma, subí a mi cuarto a ponerme el pijama. Me quité los pantalones y abrí el armario justo cuando escuché el pitido que emite el Messenger cada vez que alguien se conecta. Me lancé corriendo por si fuera Emilio. Si, si, sí, era él, no lo dude ni un segundo, lo saludé:
Laura> ¡Hola!
Emilio> ¡Ey! ¡Hola! ¿Qué tal?
Laura> Pues aquí me pillas en bragas...
Emilio> Que maquina estoy hecho, acabamos de empezar a hablar y ya te he dejado en bragas.
Laura> Ja, ja, ja,  no tonto, que estaba poniéndome el pijama.
Emilio> ¡Ah! Vale, vale. Nada mujer tu ponte cómoda, por mi que no quede. Te diría que voy en gallumbos para solidarizarme contigo, pero la verdad que no, acabo de llegar de la biblioteca y ahora voy a ver que me preparo de cena.
Laura>  A cenar iba yo, he subido a mi cuarto a ponerme antes el pijama pero te he visto conectarte y no he podido evitar saludarte.
Emilio> Y tanto, que me saludas hasta en bragas. Poca vergüenza la tuya, menos mal que me he tapado los ojos a tiempo, que si no te lo veo todo. Decente que es uno.
Laura> Ja, ja, ja, mira que eres tonto.
Laura> ¿Qué hacías en la biblioteca? ¿Estudiando? ¿Qué estudias?
Emilio> No, que va, no estudio nada. Estoy apuntado a un club de lectura, y una vez al mes nos juntamos para comentar el libro propuesto.
Laura> Vaya, ¡qué interesante!. Oye, ¿el de la foto eres tú?
Emilio> El mismo que viste y no anda en gallumbos por la vida...
Laura> ¡Jo! vale ya con mis bragas. Ya me he puesto el pantalón del pijama, así que ya puedes mirar si quieres, ja, ja, ja. 
Emilio> Menos mal, mira que me estaba dejando el cuello de mirar al teclado nada más.
Laura> Anda, anda. Tus ganas de verme en bragas. Sabes, se te ve muy mono en la foto.
Emilio> ¡Vaya! Gracias. Me vas a sacar los colores. A ti también se te ve bien guapetona.
Laura> Acaso lo dudabas. Jajaja. Entonces, estás trabajando o qué.
Emilio> En absolut-o con naranja iba a dudar yo que tu eras una belleza. Además, no hay mujeres feas sino hombres pobres. Y sí, estoy trabajando. Tú qué haces, estudias o vives del cuento. 
Laura> Si claro, vivo del cuento del príncipe azul y en mis ratos libres estudio.
Emilio> Pues lleva cuidado que si lo lavas en agua caliente destiñe. Lo que yo te diga. A ver si adivino lo que estudias. ¡Um!, tienes pinta de hacer ADE o Derecho. ¡Sorpréndeme! 
Laura> La verdad que ADE me llama la atención, igual estudio esa carrera.
Emilio> Qué estás estudiando entonces.  
Laura> Ahora estoy en primero de bachiller.
Emilio> ¡¡¡Primero de bachiller!!!, ¿¡estás de coña!?, ¿¡te estás quedando conmigo o qué!?
 Laura> ¡Qué es verdad!, estoy en primero de bachiller.
Emilio> Pero vamos a ver,  ¿¡qué edad tienes tú!?
Laura> 16 años —Mentí, me faltaba mes y medio para cumplirlos.
Emilio> ¡JODER LA HOSTIA! VAYA TELA. TIA QUE YO TENGO 31 AÑOS. 
Emilio> Pero tía, no me jodas, ¡16 AÑOS!, pero qué fuerte de verdad, que quieres que te diga yo no hablo con chicas de 16 años. Por la foto y por tu forma de expresarte, pensaba que tendrías unos 24 o 25 años. Lo siento yo no hablo con chicas de 16 años, creo que no me corresponde y a ti tampoco hablar con tíos de mi edad. Y la de la foto que es tu hermana mayor, o qué. 
Laura> No, que soy yo, y yo que sé. Yo imaginaba que eras mayor pero tampoco sabía que tenías 31 años, pero no sé, tampoco creo que sea delito que estemos hablando. 
Emilio> Claro que es un delito y si no lo es, para mí como si lo fuera.
Laura> ¡Me dejas fatal!, no me estás respetando, me tratas como si fuese una niña y eso no me gusta nada. Creo que he sido sincera contigo, podría haber dicho que tenía más edad y tú te lo hubieras tragado, pero si hay algo que valore en esta vida es la franqueza. De verdad, no comprendo por qué te pones así, el otro día en el chat, conseguiste hacerme reír y olvidar el mal día que había tenido y ese día también tenía dieciséis años, que diferencia existe entre ayer y hoy o mañana, ¡ninguna! Hablar no es ningún delito, tengas veinte, cuarenta u ochenta, claro, que si tu tenías otras intenciones, es asunto tuyo. Tu sabrás. 
Emilio> ¡Eh! ¡Eh!, que yo no tengo ninguna intención oculta, ¡eh! Hablo con muchas otras personas por internet, y mi única motivación es conocer gente y hablar con personas de todo tipo. Sí que alguna vez he llegado a liarme con chicas que he conocido por aquí, pero también con chicas que conozco en otros sitios: en el trabajo o en la piscina o dónde sea. Además, no pretendía tratarte como a una niña, simplemente entiende que para mi no es habitual tratar con adolescentes. Ni habitual ni normal según mi parecer.
Laura> No, si te entiendo. Igual tienes razón, pero a todo esto, menudo ligón estás hecho, ja, ja, ja. Que pasa ligas en todos lados o qué, ja, ja, ja,      
Emilio> Graciosica la niña, mírala, no se corta, no. Al contrario, se parte la tía
Laura> Ja, ja, ja, si es que me pareces muy divertido. Oye, te dejo que mi madre me ha llamado por segunda vez para bajar a cenar, y una tercera puede suponer defcon 1. Chau. Besos. ¿Seguimos hablando?
Emilio>  Que aproveche y cuídate anda. Adiós.

Bajé a cenar. Me sentía contrariada, no me gustó la forma que había tenido para despedirse. No sé, tampoco perdía nada si me eliminaba del messenger, ¿o sí? Me encantaba hablar con Emilio, era diferente a lo que me rodeaba: era divertido, me había contado unas anécdotas con las que me desternillé de risa, era educado, era culto, era pícaro, era en definitiva una persona con la que deseaba seguir en contacto. Crucé los dedos para que no me eliminará. Vaya mierda, ni que con casi dieciséis años fuera una cría. 
Me retorcí, hasta conseguir hacerlo girar para ponerme encima de él, ahí estaba mirándome con gesto sorprendido. Noté su polla casi a la altura del ombligo, sentía como me llenaba toda la vagina, ¡Dios!, esto era lo máximo. Comencé a moverme adelante y atrás, con un ritmo cadencioso, con un ritmo celestial. ¡Si!, estaba en los cielos, en las nubes del placer y me faltaba poco para alcanzar a tocar el sol. Emilio, reaccionó acariciando mis pechos. Sus manos descendieron hasta agarrarme el culo para acompasar con ellas mi movimiento. Finalmente avino mi espalda hacía su torso, me sujeto con firmeza, y dando golpes de abdomen, arriba y abajo, arriba y abajo, notaba su polla entrando y entrando, más adentro, más adentro, más. — Sigue, sigue por Dios, no pares, si, sí, sigue—, estaba en un estado de excitación absoluta. Me corrí. Grité. Grité, grité corriéndome de placer. Él se corrió un poco después de mí.

Pasaron 4 días hasta que volví a ver a Emilio en el messenger. ¡Genial!, no me había eliminado. Me contuve antes de escribirle algo esperando a que fuera él quien diera el paso. Así fue, ¡bien! El tiempo transcurrido esos 4 días me pareció desesperante, eterno, por lo que esperar unos minutos más no me costaría. Tenía que hacerme valer, siempre se me ha dado bien manejar los tiempos y los silencios. En este caso, debía poner todas mis armas en ristre para ganármelo. Eso comenzaba por mostrar indiferencia. La jugada, funcionó. A los quince minutos, me saludó. Conversamos por 2 horas. Otra vez me pareció genial hablar con él, me encantaba, estaba embelesada. Al día siguiente, volvimos a coincidir, esta vez fui yo quien lo saludo, no tardó en responder, y de nuevo estuvimos hablando un buen rato. Las semanas se iban como el viento empuja a las hojas, efímeras e impasibles. Casi todos los días hablaba con Emilio, como una hormiguita conseguí hacerme un hueco en su rutina diaria, pero aun fallaba la forma en que me trataba, lo hacía como si fuera mi hermano mayor. Yo no quería ser su hermana pequeña, eso lo tenía claro. Ya tenía yo al mengajo de mi hermano para jugar a los hermanitos. Debía dar algún golpe de efecto. Una noche que estábamos hablando, le conté la última vez que lo había hecho con mi novio, no me recaté a la hora de dar detalles. Se quedó descolocado, ¡poum!, un buen crochet de derecha en toda su cara. Noté tensión en su respuesta. No se esperaba por mi parte nada que tuviera que ver con el sexo. — ¡Qué pasa!, a los dieciséis años, no tenemos sexo o qué —terminé de noquearlo. A partir de ese día también decidí dejar de contarle nada que tuviera que ver con el instituto. Le hablaba de mis planes en la universidad, los lugares adonde me gustaría viajar, las fiestas que me corría con mis amigas, las movidas que tenía con mi novio o mi familia, y por supuesto de sexo, tenía que tener presente que yo disfrutaba de mi sexualidad y que no era ninguna niña.  
Regresé del instituto con un subidón inmenso. Saqué un 9 en el examen de evaluación de Latín. Que se joda la zorra, mejor desquite imposible. La comida me supo a gloria y encima mi madre tenía que marcharse a no sé donde y se llevaba al enano con ella.  Toda la tarde era para mí, sin nadie que me molestara podría hacer lo que me viniera en gana. Corrí a la habitación a conectarme. Si ese día no fallaba, sobre las 16h. se conectaría Emilio. Esperé unos minutos y ¡bang!, por la computadora asoma la foto del que más me mola, je, je, je. Al segundo le estaba comentando lo eufórica que estaba. La alegría que sentía por remontar latín con ese resultado. — A TOMAR POR CULO LA CINTURON DE ASTEROIDES, ja, ja, ja —, escribí con toda la intención recordándole el día que nos conocimos. «Hoy es el día. Estoy sola, estoy contenta, me veo estupenda, tengo que ir a por todas», pensé. Emilio, me felicitó y se alegro por mí. Le agradecí su gesto porque sabía que era más que sincero, pero lo acucié a que había que celebrarlo: — Esto como poco se merece una invitación por tu parte —le inquirí. — Venga va, no me puedes decir que no, me lo merezco, me lo he ganado a pulso —, tenía que hacerlo ceder. De primeras me dio largas, diciendo que estaba loca, — Claro que estoy loca, loca de contenta, no me ves. ¡Bah! No seas así de rollo —. Continué con la estrategia del pico-pala, pico-pala, hasta que lo hice dudar. ¡Bingo! Era el momento de aflojar. — Haz lo que quieras, si no te apetece pues nada. A mi me hubiera hecho mucha ilusión. No sé, lo guay que eres y lo tonto que te pones con el tema del no está bien, no puede ser. En fin, es lo que hay —. Finalmente aceptó. 
Quedamos en que pasaría a recogerme a dos calles de donde yo vivía y que ya veríamos el sitio al que iríamos. Yo tenía muy claro adonde quería ir. Me duché a toda prisa y me vestí lo más favorable y a la vez natural que pude. Cuando entré en su coche y lo tuve delante de mí, supe que iba a dar un salto en lo que hasta ahora había sido mi vida. Algún día sería consciente de si sería para bien o para mal, pero el salto estaba decidida a darlo. 
¿Acaso vosotras no habéis dado saltos en la vida como el que iba a dar yo?

Jose Manuel Lucas

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