Siéntate y piensa, siéntate y escribe.
Escribe un sueño o escribe una poesía.
¿Quiéres que escriba una poesía?
¿Qué pinte palabras con luz?
Podrían hablar del miedo de los ojos,
O, peor aún, del temor de las almas.
Aunque, también, ¿por qué no?
Podrían besar el vacío de este papel
Con el calor que me dan tus manos,
Con la firmeza que me da tu confianza.
¿Para qué escribir poesía?
Podría escribir cientos,
miles de poesías,
Con infinitas palabras,
Con rebuscadas alegorías.
Podría leerte las que escribieron otros:
Verlaine o Neruda o, tal vez,
Lopé o Darío o, que sé yo,
Han sido tantos y tantos,
Han sido tan pocos...
Ellos ya lo dijeron todo
En versos que no dicen nada.
¿Para qué hacer sufrir, entonces,
a las palabras?
Porque eso son las poesías,
Palabras que lloran y se lamentan.
Palabras que solo podrán soñar
Con la ilusión de expresar,
En unos versos vacíos,
Todo aquello que me dijo
El beso que tú me diste.
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