Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.
(Ars Magna - Leopoldo Mª Panero)
Rostros:
El día que Lut desnudo frente al espejo descubrió que su rostro le era desconocido comprendió que algo se había roto en su ser. Nunca volvería a conocer el mundo tal como lo había sentido en su interior. De un puñetazo rompió el espejo. La sangre recorría los nudillos hasta encontrar el suelo. Su mirada observó la imagen distorsionada que le devolvía el espejo fragmentado. Permaneció largo tiempo delante de esta nueva realidad hasta que el dolor le obligo a reaccionar. Algún día comprendería todo cuanto sucedió en aquella estancia.
Arrojado contra la pared sus lagrimas se le escapan por el enorme agujero abierto en el techo. La pelirroja desnuda sobre un sofá ha comenzado a arder, tranquila da vueltas con la cucharilla, al café. Lut intenta dirigir el humo resollando los intestinos pero solo consigue desplazar las sombras que se pierden en las luces de la oscuridad. Al fondo la rubia tintinea la cabeza contra su sonrisa, se ha cosido la boca con jirones que ha arrancado de tu piel, se ha sacado los ojos para no tener que verte. Un hombre se lanza a toda velocidad contra el muro que se abre ofreciéndole el vació. Lo ves caer desde el infinito por el agujero del techo. Parece inalcanzable, está a un metro de ti, tiene tu mismo rostro. ¡Grita! Aaaaaaaahh...
De un respingo se incorpora sobre el borde de la cama, la frente sudorosa el cuerpo temblando. Torpe, busca el interruptor de la luz, «vaya pesadilla que he tenido» se tranquiliza así mismo para con su cuerpo quedarse formando un ángulo de 90 grados apoyado sobre el cabecero de la cama. Las tres, son las tres de la madrugada. El miedo es para cuando se vive acompañado nunca en soledad. Reflexionas sobre eso, todo quedará en una anécdota, una más como tantas otras. Indefenso vuelves a tu interior en busca de respuestas a preguntas jamás cuestionadas.
Tenemos la manía de recrearnos en el error de la ausencia, pero esta noche todos tus errores se han extraviado arrastrados por la maquinaria que mueve las pesadillas. No te quedan ilusiones que comer ni hambre para morder. ¡Silencio!. Las palabras se comen las unas a las otras, sin sentido, han perdido la razón de ser, insignificantes, sin saber que decir. Desconocido como el misterio que no existe te imaginas frente al espejo de la mentira con el riesgo de encontrarte cara a cara con la verdad que pretende engañarte reflejando la realidad que nunca será que nunca fue y te sonríe.
Presencia:
Recobra la posición horizontal al recostarse en el colchón, una voz le llega desde el suelo, extrañado se asoma.
— ¡Cuanto tiempo Lut viejo amigo! pensaba que no volveríamos a vernos nunca más.
— Acaso nos hemos visto alguna vez, respondió, asomándose al rostro surgido en el suelo.
— Corta es la memoria de lo finito por lo que veo, si tuvieras que no ser una y otra vez corregirías las definiciones de lo que no tiene sentido.
— No me hables de sentido mientras esté hablando con una especie de cara informe sin expresión ni mirada y apenas dimensión en una baldosa del suelo de mi habitación que dice conocerme.
— Jajajaja, no veo que mi presencia te haya sorprendido en cambio.
— Mantengo la consciencia dentro de una pesadilla, eso es lo que sucede.
— Consciencia y pesadilla, diría que son palabras antónimas, pero que puede decir una pesadilla como yo, jajajaja. Quizás tan sólo sea la envidia lo que me mueve a estar aquí de nuevo.
— ¿Envidia?, a qué te refieres, se incorporó hasta quedar sentado fuera de las mantas en el borde de la cama. La cara circunspecta mirando al suelo.
— Lut, siempre te he envidiado, ya lo sabes. Te lo digo todas las veces hasta la saciedad pero pareces no querer comprenderlo.
— En serio, no sé de que me hablas.
— ¿De qué te hablo? A estas alturas deberías de tenerlo claro, pero, ¡no!, te empeñas en ignorar todas las señales y reflejos que te lo indican y no quieres ver. Pretendo ayudarte, si convinieras conmigo que quiero lo mejor para ti, haría todo más fácil.
— ¿Qué es lo que no quiero ver? O mejor aun, ¿cómo me puede ayudar un engendro como tú?
— Estás cegado por los cuerpos que te aprisionan en la realidad que no conoces y que te esclaviza con sus cadenas fingidas a las que te aferras como si tu vida dependiera de ellas. Libérate de las risas, de las miradas que se esconden, del calor de tu semen sobre su espalda, de robar un trozo de sus almas, de poseer sus cuerpos, de naufragar en islas que te acogen, de la sangre que derramó, de tus manos en su piel, de volver a ningún lugar, de la cruz que te carga y no puede contigo, de la luz, sal de la luz, ¡ven! descubre la nada.
¡Despierta!
Invisible:
7.00a.m. El agua de la ducha inunda los pensamientos de Lut. La boca abierta como un sumidero anegado, los ojos cerrados para no creer. Busca la convicción y energía que nunca tuvo, la necesidad que le permita continuar sin término posible. Vacío, puede que fugaz sale de la casa y se adentra en la calle. Llueve, aun es de noche. El frío se le cuela en los pulmones a través de la boca. Camina solo en un espacio atestado de miradas, de susurros que vienen de ninguna parte. Un hombre yace tirado en el suelo entre cartones.
Conduce por las carreteras de lo cotidiano en dirección a la insatisfacción donde todos parecen dirigirse hacía el lugar en que se ha perdido todo aquello que tiene la certeza nunca volverá aunque dude. Se apresura a entrar, las mesas sin alma lo esperan. Remueve unos cuantos papeles, las manos le tiemblan al posarlas sobre el teclado del ordenador. Por dónde empezar, se dice, ante la extrañeza que le rodea. Pasan las horas y ya no existe. Invisible ve pasar sombras de cuando en cuando. El aire lo llama Lut, Lut, pero Lut no responde hasta que el hambre lo encuentra difuminado en el reflejo de la pantalla del ordenador.
— Tienes mala cara, le dice el hambre.
— He pasado mala noche.
— ¿Alguna pesadilla?
— Anoche soñé contigo pero no estabas en mi sueño y tampoco me esperabas al regresar.
— Nunca estuve presente ante ti, era otra que fingía ser yo, le responde la necesidad entre carcajadas.
— El tiempo se va, ¿un café?, Pregunta Lut.
Los minutos se ahogan en la mañana. Sientes la burbuja que te asfixia al caer por tu garganta. El estomago insaciable de bilis se retuerce a cada bocado de existencia obligándote a vomitar los restos de tu alma. Los días se consumen afanándose en la perspectiva de la plenitud. Regresas a la soledad que te aguarda al abrir la puerta de tu habitación. El desorden es notorio, libros apilados en una esquina, ropa tirada por el suelo, armarios abiertos. Se respira un aire cargado de inhóspita insolencia.
Aparta unos cuantos objetos para tumbarse en la cama. Nadie en el interior nadie en el exterior, solo Lut perdido en el centro de un todo que empequeñece a medida que se extiende al abismo de un infinito que lo sumerge en profundidades hasta envolverlo en un torrente de oscuridad donde invisible desaparece hundiéndose en el colchón que lo abraza.
Quiescente:
Desconcertado abre los ojos como si cada párpado pesara más que su vida, Lut puede verse asimismo desnudo en el centro de la habitación de donde han desaparecido los libros, la cama, los muebles, el desorden y todo lo demás. Tan solo recuerda el rumor de una llamada para decir que se encontraba indispuesto que no acudiría allí donde tampoco lo esperaban ni le apetecía ir. No sabe cuanto hace de eso ni de tantas otras cosas que parecen haberse borrado en la memoria del tiempo como si nunca hubieran ocurrido ni tan siquiera en su imaginación.
Una araña se desliza desafiante por una de las paredes. Lut se retuerce ante semejante amenaza. Ni brazos ni piernas ni el resto del cuerpo con todo el esfuerzo de los que son capaces consiguen el propósito de Lut de apartarse de ese lugar a pesar de la desesperada obediencia a la que los obliga con toda la ansiedad de la que es posible. Rendidas las fuerzas, su cuerpo solo acierta a enredarse en una madeja de brazos y piernas, de tronco y cabeza, de carne y huesos que conforman una sombra en la oscuridad.
— Lut, ¡ven!, vamos ven a ti, a lo que es tuyo y eres y serás. Ven, solo fue un error, uno, el único, no te atormentes por voces traidoras de silencio que colmaron tu boca de ruidos agrios.
— ¡Cállate! ¡Cállate!, interrumpió a gritos Lut la voz que le hablaba desde el rostro surgido en el suelo.
— ¡Jajaja!, mi voz está muda en los quejidos de la manada antes de ser devorada por las fieras, no soy yo quien habla, no ya no, eres tú, pero ven, vamos observa el festín.
— La araña se encara ante Lut que entre ahogos grita. Vomita.
— ¿Ahora gritas?, cuando ya nadie te escucha. Tú has llamado a la araña, todos la esperábamos menos tú, que eres quien la ha hecho venir, vamos ya está todo preparado.
— ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Dejadme en paz!, enmarañado en el suelo Lut desdobla su cuerpo contra todo su ser golpeando su cabeza contra el suelo con todas sus energías hasta quedar su rostro junto a vomito y sangre pegado al mismo.
— Por fin, eres mío.
Todo se apaga y se enciende como si el instante que media entre la inconsistencia del acto fugaz que intenta representar la vida y el vació que nos conduce a lo eterno a través de un infinito que nos destruye cada día supusiera en si mismo una razón de ser.
Lut, desde el suelo pudo observar como su cuerpo con otro rostro con otra mirada se dirigía ante el espejo. Quizás, algún día, comprendería en que momento de la vida había perdido en aquella estancia su identidad.
Jose Manuel Lucas
Bueno artista, este relato o como se llame, está dpm, pero haber si publicas alguno erótico....jejejeje
ResponderEliminarUn saludo, 7