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viernes, 8 de enero de 2010

Souvenir

Otra vez te sorprendes mirando hacia su mesa, no sabes que es lo que te fascina de esa mora, físicamente es con toda seguridad la peor de todas las chicas que se encuentran en el restaurante.
 Está sentada justo enfrente de vosotros junto con un chico joven de no más de 30 años y que por su aspecto parece ser inglés. Ella se ha dado cuenta de que de cuando en cuando la observas fijamente sin disimulo. Una de las veces ha dejado entrever una especie de mueca que se podría llamar sonrisa. Tiene la cara ancha y unos grandes ojos almendrados separados por una nariz pequeña que parece no encajar en su cara, sus labios son finos y su boca no demasiado generosa, un hoyuelo decora su barbilla, tiene una larga cabellera ondulada de un negro intenso que recae sobre sus hombros, los pechos se adivinan enormes debajo de la blusa blanca que viste, a pesar de estar sentada su altura se hace notable así como un ligero sobrepeso. La encuentras fea y desgarbada pero no puedes dejar de observarla, algo en ella te atrae y te excita.
– ¡Qué dices Diego!, quieres otra cerveza o pedimos un vino, que aquí el amigo Saski trae de España unos vinos cojonudos.
– ¡Em! ¡Perdona!
– Qué si quieres otra Casablanca o nos pasamos al vino.
– ¡Ah!, ¡sí!, ¡vale!, por mi mejor otra cerveza,  eso sí esta vez una Flag.
– A ver Saski, llámate a alguna de tus camareras, que para eso eres el dueño, ¡hombre!
– Anda Pepe y date una vuelta, si aquí mandas tu más que yo, para lo único que me buscan éstas es para sacarme los dirhams.

Los tres estáis sentados en el centro del restaurante Les Blancs, el sitio es realmente acogedor y bastante diáfano, con unas cristaleras que permiten contemplar la extensa playa de Agadir. Las paredes están decoradas con incrustaciones de cristales de colores y conchas que según fanfarronea Saski las cogió el mismo en las playas de la propia Agadir, de la vecina Essaouira y de las Palmas donde estuvo trabajando casi 20 años en diversos hoteles de la zona, y que por su belleza algunas harían las delicias de cualquier malacólogo. El suelo entarimado en color wengué contrasta con el mobiliario en madera de arce, el salón es amplio y a pesar de estar en febrero esta prácticamente lleno.
Con un leve gesto de Saski, una de las camareras se acerca solícita a la mesa para atenderos, en todo momento se dirige al mismo como hajji Mohammed, en respuesta a una pregunta tuya Pepe te explicará más tarde que hajji es el tratamiento que le dan a los musulmanes que han acudido en peregrinación a la Meca. Mohammed Saski realmente nunca lo ha hecho.  

–  No sé de donde sacara el viejo este las golfas, pero el tío siempre viene con dos o tres diferentes.
Comenta Saski, mirando en dirección a la puerta por donde acaba de entrar un hombre de unos sesenta y pocos años elegantemente vestido y flanqueado a cada uno de sus brazos por dos mujeres de gran belleza y cuerpos de abundantes curvas. Entre las dos no han de sumar los 40 años de edad.
– Lo que yo te diga, éste tiene una maquina de hacer golfas, esta mañana ha estado aquí a mediodía e iba con tres ‘gazelles’ distintas de las de ahora.
– Éste lo que tiene es una maquina de hacer billetes, porque sino el pellejo ese no se folla ni una cabra rifeña, acierta a decir Pepe provocando la carcajada de los tres.
– Que sí, Saski que ya sabes tu que éstas desde que te quedas mirándolas hacen clin-clin, y empiezan a hacer caja, continua Pepe regodeándose. Mira en derredor al resto de las mesas del restaurante en las cuales se encuentra entre la clientela algunas chicas solas, o como mucho formando un tándem junto a otra. Vuelve a la carga:
– ¡Mira que banda de golfas! Si te fijas todas toman los mismo, un zumo de naranja, parece que esa es la señal, zumo de naranja: ¡Golfa a la vista! Eso sí, en cuanto las invitas tú, ni zumo de naranja ni hostias, una copa de champán y del caro, ¡qué no se diga! Menudas putas son.
Ahí está de nuevo la chica del restaurante, delante de uno de los espejos del Zara que se encuentra en La Marina, esta zona, situada enfrente del puerto deportivo y adonde han venido a instalarse distintas empresas de moda y restaurantes de cierta categoría, se ha convertido en uno de los puntos más visitados por los turistas que acuden a Agadir. Después de la comida y de haberos despedido de Mohammed habéis decido tomar algo para terminar la tarde, Pepe te había comentado que ese sábado por la noche tenía unos compromisos y no podría acompañarte. Realmente lo prefieres, su compañía no te es en absoluto grata. Gerente de la delegación marroquí de la empresa de grupos electrógenos en la que ambos trabajáis, en no pocas ocasiones habéis tenido que discutir por su peculiar forma de entender  las directrices que a ti los jefes te hacen trasladarle como supervisor de la delegación desde España y que él continuamente no quiere asumir, cualquier cosa por nimia que sea acaba en rencilla. 
La chica vuelve a presentar otra camiseta sobre su cuerpo sin llegar a probársela para ver que tal le queda. Ahora puedes verla totalmente, como presuponías es bastante alta, sus piernas son alargadas y recias, con un culo que calificarías de grueso y potente. Tiene una forma de moverse descompasada, como si el torso fuera a remolque de sus piernas.
– Que tía más fea, dice Pepe, habiéndose percatado de la misma chica, para a continuación añadir:
– Pero tiene algo morboso; a éste, mirando en dirección al definitivamente joven ingles que la acompaña, como lo traquetee mucho se lo carga.
– La verdad que le saca cabeza y media, y con esas ‘tetotas’ que se gasta la tía o lo mata por agotamiento o por asfixia, respondes jocosamente. 
Finalmente has decidido salir a cenar fuera en lugar de quedarte en el hotel, entras en Le jardin d´eau donde ya has estado otras veces. Te sientes un poco cansado después de cinco días fuera de casa y encima aguantando las salidas de tono de Pepe. Una vez al mes tienes que bajar a Agadir para controlar el estado de la delegación, muchos de tus compañeros en la empresa te consideran afortunado por este hecho, tu no lo ves así. De vez en cuando algunos técnicos de la empresa o alguno de los jefes viajan hasta la delegación marroquí, en el primer caso para reparar o instruir acerca de las maquinas y en el segundo para sacar barriga, la cuestión es que en ambos casos Pepe ya se encarga de organizarles una salida con gazelles, como llaman aquí a las chicas, sobre todo a las que se dedican a la prostitución y que fácilmente puedes encontrar en cualquier restaurante, cafetería o discoteca de la zona turística. Realmente hay unas chicas impresionantes, pero a ti siempre te han repelido y asqueado las prostitutas, otro de los motivos por los que Pepe tampoco te traga. Hasta la fecha nunca le ha fallado su estrategia de agasajar a jefes, técnicos y demás con todo tipo de vicios en sus visitas a la delegación. Contigo simplemente pinchó.
Dejas una buena propina a la camarera, y dudas entre estirar las piernas por el paseo marítimo o coger un taxi y regresar al hotel. Mañana tienes el viaje de regreso a Barcelona con escala de más de tres horas en el aeropuerto de Casablanca. Optas por ir caminando y echar un vistazo por los comercios que jalonan el boulevard que te llevará a la avenida donde se encuentran la mayoría de hoteles de categoría. Entre una cosa y otra ya es prácticamente medianoche por lo que te encaminas al elegante Palais de la Rose donde te encuentras alojado.   
– El caso es que no tengo sueño, te dices a ti mismo en voz alta.
Te encuentras a mitad de camino del hotel y en ese preciso momento estás pasando por la puerta del Papagayo Beach, una de las discotecas con más renombre de la zona, y la más concurrida antes de que abrieran Actor´s, la más chic del momento.
– Bueno va, una copa antes de dormir, piensas auto-convencido mientras atraviesas la puerta de acceso de la discoteca donde unos fornidos porteros te saludan cortésmente. La pista de baile domina el local con hasta 4 barras alrededor, la música suena ensordecedora. Todavía es temprano lo que se hace sentir en la cantidad de gente en la misma. Te acercas hasta la barra principal y pides un whisky con limón, enciendes un cigarro y te apoyas mirando en dirección a la pista observando el local. Es la primera vez que se te ocurre entrar, este es uno de los sitios fetiche de Pepe.
– Aquí están las mejores golfas de todo Marruecos, le has oído comentar en diversas ocasiones. 
Efectivamente de un vistazo puedes ver que hay chicas guapas y con unos cuerpos de escándalo, sin saber porqué te viene a la mente la chica del restaurante y notas una extraña sensación en tu estomago, como si el aire de los pulmones se te cayera de repente encima del mismo.
– Me acabo ésto y me voy, te justificas ante la incomodidad que empiezas a experimentar.
– Salut mon ami!, je suis Omar et je suis ici pour vous protéger, el tipo no mide más de 1,65, calvo y regordete con unas gafas redondas que le confieren un aspecto cómico, te está ofreciendo su protección a cambio de que lo invites a una copa, no sabes si reírte o mandarlo de paseo, 
– Merci mon ami, mais je me sens bien ici, j´ai pas besoin d´aucune protection. Encore une fois, merci! Le contestas con tu mejor sonrisa en un intento vano de quitártelo de encima. Vuelve a insistirte en que hay muchos ladrones, que él es cinturón negro de kárate, acompañando esta afirmación de un ridículo gesto con ambas manos, y que necesitas su protección a cambio de una sola copa. Esta vez ni te molestas en contestarle. Finalmente te pide un cigarro que le ofreces junto con el correspondiente fuego. El tipo se queda a tu lado entablando una conversación que acabas por aceptar a sabiendas de que volverá la carga con lo de la invitación. En ningún momento la obtendrá.
Dos chicas que acaban de entrar se han puesto a bailar en la pista vacía, llaman tu atención y la de prácticamente toda la discoteca, sobre todo por la forma sensual de moverse de una de ellas y que con su culo ha llenado tus ojos y ha obligado a Omar a ajustarse sus caídas lentes para verla mejor. 
Parece que la chica desde la pista también se ha fijado en ti y sin querer le sonríes, provocando que tras un cuchicheo con su compañera de baile y un leve desplazamiento hacia donde tu estas, la tengas ahora justo delante contoneando su culo a escaso medio metro.
– Elle danse pour vous, te advierte Omar mientras hipnotizado contemplas la parte de atrás de su cuerpo, avanzas ligeramente hacia a ella y por la espalda aproximándote a su oído le dices:
– Si tu vas continuer à danser comme ça je vais tomber amoureux!!! Con una amplia sonrisa se gira hasta quedar ambos encarados, te saluda efusivamente. 
De tez blanquecina sus ojos negros resaltan en un cara fina y de rasgos proporcionados, sientes el aliento en su boca de labios gruesos y apetecibles a escasos centímetros de la tuya. Vuelve a bailar esta vez sus ojos fijos en los tuyos, sus movimientos al bailar semejan cualquier postura sexual con la que probablemente hayas soñado alguna vez. Diego está perdido ante esta situación en la que nunca se había visto antes y en la que creía no se encontraría jamas.  
– Belle, Belle¡¡¡ tu mano encima de su hombro. Ligeramente la apartas hacia la barra. Ignoras a Omar que parece decir algo. Se ha convertido en invisible a tus ojos como todo lo demás.
–  Tu t´appelles comment?, le preguntas su nombre.
– Bouchra, et vous?
Tras una breve conversación de escasos minutos, sin ambages te ha dejado claro de que va el tema, su precio son 1.000 dirhams, unos 100 euros. Diego como fuera de sí, no duda ni un instante en decir que de acuerdo. Pepe se hubiera retorcido de estar presente:
– Aquí se compra se vende y se regatea todo, y las putas lo primero. Otra de sus frases características.
Bouchra, se acerca a hablar con su compañera, tras lo cual regresa para cogerte de la mano y dirigirte hacia la salida, te pide que le dejes el móvil que ha de hacer una llamada, según dice para buscar un sitio adonde ir. Los hoteles en Marruecos no permiten subir con mujeres nacionales, ni que éstas puedan registrarse en una habitación si no es acompañada de su esposo o algún familiar. Esta situación permite que haya un negocio de hoteles de baja estofa  a precio de los de 4 estrellas que permiten el acceso con prostitutas.
– On y va, j´ai trouvé un hôtel, te dice con la mirada puesta en uno de los taxis apostados frente a la discoteca. La chica que iba con ella, también ha salido al exterior y se dirige hacia donde os encontráis vosotros. Las dos chicas se ponen a hablar en árabe, por su tono parecen discutir.
– Je ne veux pas de problèmes. Adviertes a Bouchra, que se apresura a aclarar que no pasa nada, simplemente que su “prima”, no quiere quedarse sola y que ha subido para ver si os podía acompañar al hotel. Tu asientes, eso sí, dejando claro que de su “prima” no quieres saber nada, que os acompañe pero que se pierda luego.
Bouchra te pide 500 dirhams para pagar el hotel, se los das al igual que le has dado 100 para el taxi, cuando a ti trayectos más largos te cuestan no más de 50 dirhams, otros 50 que te ha pedido para uno de los vigilantes de la discoteca y diversas llamadas que ha realizado desde tu móvil mientras os dirijáis hasta el hotel donde ahora os encontráis. Tienes la sensación de ser una especie de cajero automático con patas.
Una cama vieja domina la habitación, a sus lados unas mesitas de noche ennegrecidas, enfrente una cómoda de madera carcomida. Hace frío y el olor a naftalina inunda todo el espacio. Te aproximas a ella por la espalda, la rodeas con los brazos por la cintura apretándote contra su trasero, contemplas la escena en el espejo frente al que ambos estáis parados de pie, buscas sus ojos en el mismo, ella te sonríe. Besas sus mejillas, te ofrece su boca. Introduces las manos por debajo de su jersey, su piel es suave y el estomago firme y duro, asciendes hasta los pechos, el sujetador te estorba. Le quitas el jersey y el sujetador sin desabrochar. En el espejo puedes ver unos pechos redondos rematados por unos pezones puntiagudos que no tardas en atrapar con tus manos. Te quitas también la parte de arriba, y desabrochas el botón de sus vaqueros, bajándoselos hasta que le caen a los pies. Te pierdes acariciándole el culo que te ha fascinado desde un principio y que ahora tienes totalmente a tu disposición en tus manos.
¡Boumm! ¡Boumm! Llegan unos golpes desde la puerta. Se escuchan unos gritos de mujer al otro lado, cada vez más turbados, más intensos. ¡Boumm! ¡Boumm! Vuelven a aporrear la puerta violentamente, desplazas a Bouchra hacia el otro lado de la habitación y te pones una camiseta para ir a abrir la puerta. 
– Pero que haces ¡loca!, gritas en español al encontrarte con la “prima”. 
– Vous m´avez trompé, vous m´avez trompé, grita encolerizada diciendo que la habéis engañado.
– Fiche le camp!, le ordenas que se largue dando un portazo ante sus narices.
– ¡Boumm! ¡Boumm! Vuelve a aporrear la puerta, profiriendo nuevos gritos desde el otro lado. – C´est folle ton amie, le dices a Bouchra, volviendo a abrir la puerta para encararte con ella.
– Tais-toi!!! qu´est-ce que tu veux?, la chica una y otra vez repite la misma cantinela, que la habéis engañado. Con toda la algarabía montada por la chica uno de los mozos del hotel ha subido a ver que pasaba.
– Qu´est-ce qu´il arrive monsieur? Nous ne voulons pas de problèmes à l´hòtel, advierte el mozo, diciendo que no quiere problemas.
–  Ils m´ont trompé, ils m´ont trompé...
Desbordado y avergonzado por la situación, sacas unos billetes y le das 200 dirhams al mozo y otros 200 a la chica. El dinero parece surtir un efecto calmante en la chica y conciliador en el mozo, que como si no hubiera ocurrido nada, invita a la chica a marcharse y dejar descansar al señor.
Azorado regresas a la habitación, Bouchra desnuda aguarda impertérrita en uno de los bordes de la cama, te aproximas a ella y sin que se lo espere con todas tus ganas le arreas una bofetada, con toda la extensión de tu mano, que le dejará la cara marcada durante varios días.
– Non monsieur!, non monsieur!, te suplica, sin tu atender a sus palabras puesto que le propinas otra, aunque esta vez acierta a cubrir el rostro con las manos.
Violentamente la agarras por los hombros y la zarandeas sin contemplación, le gritas: ¡PUTA! ¡MÁS QUE PUTA! ¡YA LO SABÍAS!? Sorprendido, te descubres totalmente excitado: La desnudez y vulnerabilidad de Bouchra te han proporcionado una tremenda erección. Apresurado, te desnudas y la arrodillas encima de la cama de espaldas a ti. Ella consiente como si también le excitara todo lo que está ocurriendo, atinas a ponerte un preservativo y la penetras por detrás con todas tus ganas, con furia se la metes una y otra vez, una y otra vez...
Es el segundo paracetamol que tomas, hace 2 horas que has aterrizado en el aeropuerto Mohammed V en Casablanca, y aun tienes la sensación de tener la peor resaca de tu vida. Solo tomaste una copa. Te queda poco más de media hora antes de embarcar hacia Barcelona.
– ¡Mierda!, tengo que comprarles un detalle, caes en la cuenta de que no has comprado ningún souvenir para tus dos niñas y tu estupenda mujer.
Jose Manuel Lucas






1 comentario:

  1. Hola José Manuel, finalmente he podido leer tu cuento. Me parece bárbara la fluidez con la que cuentas la historia que de por sí está muy buena. Además, lográs describir los lugares y las personas de forma que uno se mete totalmente en el cuento. Lo que me faltó fue un poco más de profundidad de personaje, que se compensa con el final que está buenísimo. El efecto de un tipo normal y corriente que después saca su "lado B" está genial, pero al principio tiene una personalidad demasiado difusa.
    También me parece que se puede trabajar mejor el lenguaje, porque oscilas entre un habla cotidiana, informal y baja, y una mayor elaboración del texto. Creo que dominas bien las dos cosas, pero me resulta demasiado "te cuento lo que me pasó", un poco alejado de la "literatura", no sé si me explico. También relacionado con esto, hay algunas descripciones muy cercanas al ensayo que me parecen innecesarias... Se podría sacar algunas.
    Por cierto, están muy bien puestas las oraciones en francés. Lo digo porque yo no sé mucho de francés y lo entendí perfectamente.
    La verdad es que me encantó la historia! Te felicito!

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